Desigual reparto de la riqueza o equitativo reparto de la miseria
LA BÚSQUEDA DE UN SISTEMA DE PRODUCCIÓN
IDEAL: CAPITALISMO CONTRA SOCIALISMO
Jorge Alejandro Muñiz Cantero
Introducción.
En
este breve escrito se expondrán de manera sencilla los conceptos de socialismo
y capitalismo. No es un estudio histórico exhaustivo, sino una reflexión
personal acerca de las implicaciones de la ejecución de dichos sistemas de producción
en la sociedad actual, partiendo de las aportaciones que distintos autores han
hecho acerca del tema.
“Todos
los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y
vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad
de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan
en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a
Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la
iglesia los que habían de ser salvos.” (La Biblia. Hechos de los Apóstoles, 2,
44-47)
Este
fragmento bíblico representa una de las primeras manifestaciones de lo que
actualmente representa el socialismo: la búsqueda del bien común sobre el
beneficio personal y no hacerlo con disgusto, sino con la conciencia del
beneficio de la comunidad. Sin embargo, en la actualidad se considera como una
utopía, pues los intereses han cambiado y las formas de producción han
evolucionado con la sociedad.
Primeramente,
habría que señalar si existe un concepto claro de socialismo y capitalismo. Existen
múltiples acepciones de estos términos, de acuerdo a las perspectivas de los
distintos autores.
Erick
Olin Wright, en su obra Reflexiones sobre
socialismo, capitalismo y marxismo, define el socialismo como “una sociedad
de la que la explotación capitalista ha sido eliminada o quizás como una
sociedad en la que se ha conseguido la igualdad en las condiciones materiales
de vida”. A groso modo no parece una propuesta descabellada, y está muy apegada
a lo que, gracias a la cultura que se nos transmitió a través de la religión, es
correcto en cuanto a la convivencia social.
Sin
embargo, ¿qué es lo que ha hecho que este ideal se vea cada vez más lejos?
Primeramente, la sociedad en la que nos ha tocado vivir es capitalista,
ensalzada con los efectos de la globalización en donde, para bien o para mal,
se busca una competitividad y un beneficio personal, institucional, nacional.
Con
esto quiero decir que cada uno de nosotros siempre busca superarse en todos los
sentidos: personal, profesional, económico, y es éste último el que nos atañe.
En una sociedad mediática bombardeada por el consumismo, el bienestar se
traduce en la acumulación de bienes y cómo éstos mejoran nuestra calidad de
vida, nuestro estatus personal, nuestra tranquilidad, y cubren necesidades desde
las más básicas (fisiológicas) como las de autorrealización.
¿Qué
hay de malo con la superación en este sentido? Considero que se ha satanizado
mucho la concepción del capitalismo, concibiéndolo como un recurso de los
grupos dominantes para enriquecerse con la ayuda del Estado. Sin embargo, ese
“capitalismo tradicional” es más bien defensor de la economía mixta, en donde
el Estado ha tomado parte en ciertos asuntos.
Con
el Estado involucrado en los asuntos económicos, pueden esperarse y suponerse
muchas contradicciones. Las principales son la distribución desigual de la
riqueza, la oportunidad de trabajo, la explotación del trabajador, entre otras.
Ciertamente
la naturaleza del Estado se concibe como la búsqueda del bienestar de la
comunidad, pero las sociedades actuales se han alejado mucho de este propósito,
pues existen múltiples evidencias de cómo el Estado ha favorecido a ciertos
sectores de la sociedad.
Entonces,
¿cuál es el medio de producción más apropiado? Hacer un recuento de los pros y
contras del socialismo y del capitalismo confluyen en un principio fundamental:
ambos sistemas de producción respondieron a necesidades específicas de la
sociedad, pero en la actualidad la aplicación real de uno u otro no responden a
estas necesidades.
En
primer lugar, no se puede aplicar un socialismo en donde haya una distribución
equitativa de los bienes, pues se fomentaría el estancamiento de la economía,
de la investigación y de la tecnología al fomentarse el conformismo y frenarse
la competencia entre marcas, entre naciones.
Por
otro lado, un capitalismo como el que nos ha tocado vivir favorece solo a las
grandes industrias, y más bien a sus representantes pues ellos, gracias a la
hegemonía que les brinda su poder adquisitivo, acaparan las oportunidades de
inversión y los beneficios de un Estado injusto.
A
pesar de que la globalización ha originado una homologación de ciertas
filosofías, de tecnologías, de modos de vida, ciertamente no ha terminado con
las diferencias culturales, las necesidades reales de los pueblos y la pobreza
que la explotación laboral ha generado.
La
búsqueda de una fórmula mágica aplicable a toda sociedad sería inútil, pues aún
no existe una visión integradora al formular proyectos económicos. Las redes de
intercambio no pueden satisfacer las insuficiencias de los pueblos rezagados.
El
liberalismo por el que han pugnado algunos filósofos podría ser la clave, pero
habría que considerar también el impacto que las decisiones de un “dejar hacer”
podrían tener en los trabajadores que tienen en la mira una búsqueda de
bienestar social para ellos y sus familias.
En
medio de este debate ideológico se encuentran los pueblos, a quienes se les ha
arrebatado el derecho a opinar acerca de su futuro, quienes ven la democracia
como una farsa mediática, y quienes se identifican cada vez más con aquella
célebre frase de Los Miserables: “…hay un cuarto oscuro, la pobreza, es un
cuarto en penumbras; pero más allá de la pobreza hay otro cuarto tenebroso, es
la miseria…”
Conclusión:
Al
repasar algunas pocas perspectivas de los modelos de producción definidos como
socialismo y capitalismo, podemos concluir que más que presentar alguna
deficiencia en su naturaleza o en su planteamiento, deben seguirse pautas para
su aplicación, contextualizando sus principios a la realidad de cada población,
y buscando la justicia y el beneficio de todos, no sólo de unos cuantos.
El
Estado, al intervenir en la aplicación de los sistemas de producción, posee una
enorme responsabilidad al asegurar la prosperidad de la nación.
Fuentes de consulta.
Anónimo
(2000). La Santa Biblia. 13 Editores. España.
Olin
Wright, Erick (1997). Reflexiones sobre socialismo, capitalismo y marxismo.
Colección Cuadernos. España.
Ornelas,
Carlos (2008). El Sistema Educativo Mexicano. Fondo de Cultura Económica.
México.
Rabasa,
Emilio O. (1996). El Pensamiento Político y Social del Constituyente de 1916 –
1917. UNAM. México.
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